miércoles, 7 de diciembre de 2011

Una carta de despedida


El martes último me leyeron tu mail de despedida. Pocas veces una separación había logrado conmoverme tanto. Ni el trágico adios de mi maestro de 3ero año, ni el hasta pronto de algún ex que voló lejos para no volver, al menos no a corto plazo, podían compararse. El sentimiento era lo más parecido a la partida de mi mejor amiga poco antes de cumplir 11, cuando el destino la llevó a vivir a 6 horas y cientos de kilometros de distancia.
La noticia estremeció cada rincón de mi ser, invadió mis mejillas y atravezó de lado a lado mi corazón, un poco frágil los últimos días. Y es que te llevo en uno de los lugares más privilegiados del corazón. Tu adios era el más honesto y genunino que una vez escuché. Te despediste de cada rincón de este magnífico país usando freses célebres y mucho corazón.
Las separaciones son tristes. Lo sé y no creo tener aún fortaleza para aceptarlas, pero el tiempo me ha demostrado que dejan grandes enseñanzas y algo tan o más importante: La puerta abierta a nuevas bienvenidas.
Y sola me consuelo diciendo. Calma Nella. No hay porque alarmarse. Tienes en las fotografías, canciones y algunas fragancias a tus mejores aliadas si de evocar recuerdos se trata. Nadie como ellas para revivir la intensidad de esos excepcionales pero nostalgicos momentos. No lo sabré yo que ví partir a personas muy importantes en mi vida.
El día que mi alma se quebró en mil pedazos, allí estabas tú. El día que perdí todo hasta la cabeza por un mal amor también estabas tú.
Eres un tierno, hombre raro (nunca entenderé tu vocación desmedida por el trabajo ni tu extrema sensibilidad cuando no acudo a tu encuentro) solidario y muy generoso cuando ves que alguien sufre sin aparente consuelo. Lo tuyo no es juzgar sino sumar.
No creo que seas hombre de poca gracia, es sólo una pose, una máscara para sobrevivir en un mundo plagado de suspicacias y no demostrar tu sensibilidad desmedida.
Gracias a ti hoy creo que puedo intentar ser feliz sin pensar que me voy a estrellar, aunque a otros muchos les suene descabellado o causa perdida. Porque siempre me lo dices. Porque nada te sorprende, nada te hace asco y menos si se trata de mi y "mis cosas".
Sabes, tú no eres el único que se despide, mi hermana, o como si lo fuera también está casi de partida. Te conté??. Encontró el amor y hoy me toca desearle paz y amor eterno. Cuando será nuestro turno acorazado y creyente LM?. No somos estatuas griegas. Tenemos necesidades como todos, de cariño, comprensión, atención, compañía y otras porque no decirlo....
La soledad como a ti me provoca Terror. Como las patadas de mi compañera de tae bo en el gimnasio y el eco de mi habitación un sábado después que Victoria termina de aspirar. Pero sé que debo seguir trepada en este tren, respirando fuerte, llorando a veces, mil veces por las despedidas, abrazándome como niña en la soledad de mi habitación y repitiéndome que todo pasa, que el tiempo se encarga de todo, incluso de acomodar los recuerdos y que la distancia no es tal si los corazones permanecen unidos como el suyo y el mío.
Hoy volví a leer tu mail y no quedaba otra cosa que darte una respuesta, la mejor de ellas, la que quizás en ersona no me atreva a pronunciar cuando me toque decirte Adios...