jueves, 9 de febrero de 2012

Una vela por San Valentín


Porque si nos sabemos la teoría de paporreta, si ya tenemos en nuestra cajita (o cajota) de Pandora --así nos duela reconocerlo-- las típicas metidas de pata para ahuyentar a alguien que recién conocemos y sabotear una relación(sobredosis de interés, multiplicación de llamadas, expectativas tamaño globo aerostático, entre otras), continuamos sintiendonos perseguidas como gatos techeros nocturnos en busca de guarida por la culpa de un Valentín que nunca llega para quedarse.
Día 6, 8 días antes del esperado día. Dos mujeres solteras, un vino blanco y yo compartimos algo más que risas, anécdotas y confesiones; mucho antes del final de la noche, ya había aparecido en la conversación esa odiosa y aterradora: ¿en qué estabas pensando para seguir saliendo con ese tipo?.
La primera de ellas, estaba saliendo con un hombre divorciado que arrastraba temores y frustraciones, algunos de infancia, con los que aparentemente no había podido lidiar ni con la ayuda de las olas, su tabla y un "joint". Llevaban poco más de 8 meses saliendo-típico en estos tiempos- y ella aún no había recibido una invitación formal o si quiera una propuesta encubierta para ser "la novia" y menos una que dijera:"¿Cenamos por San Valentín?".
Si bien es cierto, las formalidades sobre todo a la hora de entablar una relación amorosa no son más las que vimos al cumplir 15 o 16, existe en algún momento un implícito acuerdo mediante el cual nos comprometemos a ser fieles, tomarnos de la mano y quizas a llevar la cuenta del tiempo juntos. Y esto a juzgar por lo que dijo, no se había materializado, ni en sus sueños de opio.
Y por dentro digo. ¿Ocurrirá lo mismo de siempre?. Después de un par meses de intentar descifrar el codigo para formalizar la relación y varios intentos fallidos de terapia grupal y amistosos electroshocks, mi amiga se dará cuenta que Pedro, sí vamos a llamarlo Pedro, el niño que nunca iba a crecer no se iba a comprometer con nadie más que con los patines en los que se montaba para ir a algunos lados...
La segunda, no le acertaba a nada, había salido con un hombre, de esos que quieren aparentar ser los más honestos, y no son más que una careta del típico pendejo que te dice fresco como una lechuga, que “aún” está casado, pero que se está separando (ojo, separando, no separado) y quiere que lo esperes, lo acompañes y lo mimes, porque “pobrecito, está pasando por un momento difícil y no puede “comprometerse tan rápido otra vez”. Hoy, se había topado con un borderline por el que paradojicamente había perdido la cabeza y se había enamorado sin ningún control o sentido de realidad. Trago amargo más (pausa) y pasénme un cigarro por solidaridad....
La última y más jóven de las tres estaba envuelta en un idilio que ella misma había creado sin saber como salir. Tenía 4 años de relación, no era lo mismo, y "Panda"-así es pues como lo llama- había pasado de ser su novio a su mejor amigo. Un ser incondicional con quien ir al cine, estudiar y bailar pegado y a quien decidió encarar así como logra hacer Facebook a la hora de actualizar tu estado social; que no tuvo mejor idea que voltear la tortilla y soltarse en plaza provocando en ella los celos más injustificados del planeta. Porque uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde o porque somos perros del hortelano (yo le voy a lo último).
El resultado de todo esto fue que las 4 tendremos que hacer de tripas corazón y soplar la vela del susodicho San Valentín un año más cerrando los ojos y pidiendo como deseo que vuelva, pero para quedarse.