miércoles, 23 de enero de 2013

Espejito, espejito...

Fueron 5 y no 2 las voces inquisidoras que erizaron mi piel tostada por el Hawaiian, bloqueador de 50 y el villano sol de principios de año. Soltandose más fácil que hilo de madeja dejado caer desde uno de los pisos más altos de mi edificio la pregunta ...Y tú porqué sola?? me trajo de vuelta y sin escalas a la realidad oculta trás mis maravillosas fotos de Cartagena de Indias y Santa Martha en Año Nuevo. Un viaje de vacaciones, te ayuda a disipar el estrés de diciembre pero cada parada de aeropuerto te recuerda que sólo tú empujas tus maletas y que al final de la manga no aguarda por ti un fuerte abrazo, un peluche y menos flores; nisiquiera un conductor de taxi con tu nombre mal escrito. Para que negarlo, la presión se siente y a veces entra por ese huequito que a veces dejamos descubierto porque ese día todo salió mal en la oficina, nos enfermamos y no tuvimos quien nos cure esa tos o porque nos damos cuenta que ese imbécil no volvió a llamar. Porque nos decepcionamos de quienes más queremos o porque nuestras hormonas nos juegan una mala pasada (sí, esos días no son los mejores para enfrentar al mundo sola, si lo sabremos las mujeres). Y de pronto sentimos que le debemos algo no a una persona, a tu mamá ni a tu papá que tiene el traje Hugo Boss apenas estrenado esperando el gran día, sino al planeta entero; y dan ganas de suplicar disculpas por no tener enamorado, novio, marido o algún pretendiente que nos alegre el verano (no digo amante porque eso públicamente es “mal visto”, casi tanto como estar sola porque está implícito el tema s-e-x-u-a-l pero shhhh! no se lo digamos a nadie). Estamos tan nubladas que ya estamos respondiendo en Facebook a algún tipo que se acordó que estabas viva poco despues de dar la medianoche, haciendole ojitos al vecino que comparte el ascensor contigo, devolviendole la llamada a uno de nuestros ex (alguno casi-decente y soltero) que quiere que atraques de nuevo o simplemente convirtiendote en la drama queen de una historia que creaste en tu cabecita loca porque el desadaptado que te gileaba no se atrevió a confesar que estaba más comprometido que Montesinos. Porque además de mujeres independientes somos humanas y sucumbimos ante cualquier estímulo externo como cualquier otro ser. Sí, tenemos el derecho de hacer y/o pensar cualquier bobada de estas, después tenemos todo el derecho de descartarlas y un rato después tenemos todo el derecho de reírnos de nosotras mismas por lo ridiculas que podemos llegar a ser. Y no porque sean opciones ridículas sino porque lo son para mí ahora. Bueno, todo esto solo son reflejos retorcidos de los espejos en los que tenemos todo el derecho de mirarnos. Tenemos todo el derecho de sentir miedo. Todo. ¿Creen que no lo tengo cuando en mi familia le revientan cohetes solo a los que se emparejan y reproducen?, ¿cuando veo la recata fila de fotos de hijos de mis amigos en Facebook? o ¿como cuando soy una de las pocas solteras de la reunión? La otra vez me encontré con alguien a quien quiero en la panadería de la esquina. Cuando nos abrazamos sentí exactamente lo mismo que cuando dejé de salir con él. Me sentí protegida, pero respaldada por mi interior que decía que pese a lo maravilloso que era, él no era para mi. Él siempre fue un buen espejo en el que me vi sin rajaduras ni distorsiones. En sus ojos, en sus palabras me encontré como suelo mirarme, como debo mirarme, como me miro. Y me di cuenta de la razón, que es bastante simple la verdad, él me quiere. Ahí está la clave de todo. Al miedo hay que mandarlo a pasear. Porque aunque está bien sentirlo, es mejor dejarlo ir. La soltería, la soledad, la edad no son errores que uno comete, por lo tanto, no tendrían que ser juzgados. Son estados y punto que incluso están más asociados a la experiencia y ella a la madurez. Por ello me encanta que este sea mi primer post del año. Cumplí un año sola y no tengo miedo de seguirlo. Y si la presión vuelve a estallar, estaré yo para protegerme, y obligarme a no dejar de quererme.