martes, 12 de febrero de 2013

Un boleto de lotería llamado amor






La otra noche, algo me fastidiaba y no eran las luces de los aviones que veía a través de mi ventana despejada después de una atroz neblina (neblina debía llamarse) o la alarma del automóvil de un vecino con problemas de sordera. Acababa de ver a una amiga, una de esas mujeres fuertes e inteligentes que tanto admiro por su disciplina y sociego, por sus respuestas precisas, su amor desmedido a la vida y respeto infinito al universo. Me retumbaba su mirada perdida entre los elefantes de cerámica que adornan su sala más que augurar buena suerte los últimos días. Mentiría si describiese como se sentía ese día. A mi me bastaba con que hubiera salido de la cama, tomado el ascensor y alcanzado la mesa en la que yo la esperaba con un café calentito y unas enormes ganas de arrancarle una sonrisa, quizás la primera del día. ¿El amor existe? Y si existe ¿acaba? me preguntaba mientras ella se hacía un sitio al lado mío para acomodarse o quizás para contagiarse de mi agitado ser (muchos dirían alocado)algo alborotado por la sesión de fotos de uno de los condominios con los que trabajo. Marita perdió a Federico hace poco más de un mes y luego de confesarle frente a su lecho que indefectiblemente él había sido el amor de su vida. No es la primera vez que escuchando a mi amiga afirmarlo, siempre con la esperanza que mis películas favoritas tengan asidero real, quiero creer que existe un tal para cual. No sé ustedes pero a mi me sobran los dedos de una mano para reconocer o intuir qué parejas tienen la suerte de compartir amor verdadero luego de una larga jornada de convivencia en la que la tos ajena molesta, las pichangas de futbol se vuelven una bendición y los pelos en la ducha la peor de las maldiciones. No tengo nada en contra de nadie, pero son muchos los comprometidos que conozco que hace mucho le bajaron el dedo a sus conyuges o para ser más exactos a sus compañeros de vida y guardaron bajo siete llaves el secreto de su relación. Ni que decir de los que viven en negación, consideran que mueren de amor pero que sacar los pies del plato de vez en cuando oxigena su añeja relación como si se tratase de un buen vino mendocino(No sé si es una moda reciente, o siempre ha sido una costumbre de muchos hombres gilear, coquetear y afanar a una chica soltera estando con enamorada, novia o en peores casos, esposa. ¿Soy solo yo o en la tierra ha habido una invasión de conchudos?) Sé que para algunos puedo sonar malhumorada o renegona, sólo escribo sobre lo que en realidad creo. Pero no seamos aguafiestas, historias como las de Marita nos hacen creer en las coincidencias, esas que pueden funcionar o no, pero ya es cuestión nuestra. Nuestra voluntad es vital. Y el crédito o las consecuencias que tengamos que sufrir, solo nos las podemos atribuir a nosotros mismos. He llegado a la conclusión que no importa el cómo pero sí el cuándo. El verdadero amor, en mi humilde e incipiente opinión,se vuelve tal cuando te das cuenta que no hay sentido o razón de ser sin tu otro yo, aunque éste luzca desaliñado, regordete, mal trecho; con un tanque de oxigeno, una silla de ruedas y pulmones a medio andar. Un ejemplo, el caso de mi querida Cris. Bella aunque pasen los años. Amante de la vida, el glamour y los viajes. Ella la que todo lo sabe y todo lo combina, cumplió 52 años de casada con Gonzalo y con ellos su sueño de conocer Europa aunque para ello tuvo que prescindir de su fiel escudero, su amigo del alma, el amor de su vida. Quien por sus limitaciones físicas y deficencia pulmonar, esta vez no la guiaría con los planos ni el cambio de moneda y sólo se conformaría con conocer Europa gracias a su voz y el hilo telefónico. Sólo un loco enamorado le pide encarecidamente a su sacrificada dama que detenga sus cuidados, no renuncie a sus sueños y cruce el charco por amor a él. Gonzalo partió con su balón de oxigeno portatil, su enorme amor a la vida y un corazón valiente antes que ella pudiese mostrarle sus fotos y el boleto de lotería anunciara el premio gordo que paradojicamente sólo él se llevo a la gloria. Nunca he comprado un ticket de lotería, pero si tuviera a Gonzalo en frente le diría que se lo ganó anticipado. Cuando Cris llegó a su vida y que ya quisiera yo gozar de tremenda suerte. Finalmente, como dice mi buena amiga Jessi, el panorama resulta ser alentador. Si historias como las de Marita y Cris cobraron vida en pleno siglo 21 es porque la palabra amor tiene un gran significado.