martes, 18 de febrero de 2014

El tren que me trajo a Febrero

Enamorarse. Que dos personas crucen sus vidas en eso que todos llaman "el mismo momento¨". Que no dejen escapar ese tren que dicen sólo pasa una vez, suena aterradoramente épico en estos tiempos que se imponen los cambios de estado en Facebook casi como si se tratase de calcetines y ropa interior.
Cualquiera que se haya enamorado sabe lo lejos que está el amor de una estación de tren y un típico día de Febrero. Quien se enamoró sabe que Febrero siempre acaba volviendo como los antagonistas de las películas, que cuando parecen muertos y enterrados sacan un puñal bajo la manga, sedientos de venganza y un nuevo despertar.
Así es Febrero. Siempre vuelve. Siempre tiene la última palabra. Como los zapatos de moda, el horóscopo o tu propia madre. 
Vuelve para recordarte que el tiempo pasa y debes llevar un novio a casa, formalizar una relación de antaño o en su versión menos embustera para incentivarte a consolidar un romance que debe durar por siempre.
Y no es que Febrero no me guste, más aún hoy que me encuentro - a todas luces- en rehabilitación de una soltería y hasta comprometida a un nuevo comienzo. Es que Febrero trae una carga pesada de hormonas y un absurdo alboroto que me obliga a solidarizarme con mis amigas solteras no porque la pasen mal, sino porque vienen siendo bombardeadas con granadas de discriminación mezcladas con lástima y prejuicio.
Será que Febrero ahora sabe a copa aguada, a derrota en la prórroga y a beso de despedida más que a trufas rellenas o un buen champagne. Será que ha calado tanto en la sociedad, que ha acabado por sabotear una amena salida entre amigas o buen momento a la luz de la vela o la luna simple y llanamente. Será que ejerce una presión más grande que las arrugas en tu frente o tu propio jefe.
Todo esto me hace extrañar mis épocas de niña en las que San Valentín se celebraba en el patio trasero del vecino, la piscina vacía de una amiga o en la canchita de enfrente con  goma de mascar, besos escondidos y una cuota de espontaneidad inolvidable.
Febrero es como el paso de los años, todos quieren que llegue pero cuando llega pocos saben cómo hacer con el.
Encontré que Febrero era un buen mes para escribir porque Febrero es un tren que regresa y que esta vez me sorprende preparando una boda para una importante legión de solteras, mis solteras favoritas a quienes les dedico hoy este post.