Jugué en el equipo de las solteras considerable tiempo de mi vida. Dios, la china y mi madre no me dejarán mentir. De ese lado de la cancha conocí el amor no correspondido, el "soy yo, no eres tu" y los viajes, mas bien las huídas inesperadas a la tierra del nunca jamás. Es cierto, el score me robo muchas victorias aunque debo reconocer que mi manejo con el balón en ocasiones y con el tiempo se torno más sutil y menos porfiado. De lejos lograba divisar lo que sería una victoria y anticipar una derrota, un corner o una posición adelantada. Estoy consciente que quedaría mucho mejor dejando aquí por sentado que la pelota siempre estuvo en mi cancha pero quienes me conocen de cerca saben que no fue así. Tsu Zun dice que el arte de la guerra se basa en el engaño, en aparentar incapacidad, en golpear al enemigo cuando esta desordenado. No tengo claro que así fuera. Sí, que a pesar del expertise no lograba voltear el marcador en mucho tiempo, cuando lo ví a él, dándome un pase de media cancha para que yo pudiera anotar y llevarme a casa el trofeo de una gran victoria, que en honor a la verdad ni siquiera ví venir.

A veces es bueno perder la batalla, sufrir pero no morir en el intento, negociar sin perder escencia y respeto. Después de todo que tan malo puede ser planear un futuro mutuo y caminar 6 cuadras por un café de Starbucks si al final del camino te espera una sonrisa y un cartel que lleva tu nombre.
Dicen que uno empieza a vivir cuando deja atrás su zona de confort. No extraño mi época de soltera, creo que viví lo que debí vivir para llegar a disfrutar de este punto de mi vida, jugar otro partido y escribir un nuevo capítulo de esta historia esta vez con final feliz.